5.3.11

HOMENAJE A TIO MAXIMINO. SAMOS, 20 -NOVIEMBRE -2010

Otras ocupaciones nos han demorado en la publicación del presente artículo elaborado por el sobrino del P. Maximino Arias, Antonio Benito Fuertes Arias, y cuya presentación había formado parte del acto oficial del homenaje del Centenario en el Monasterio de Samos el pasado 20 de noviembre. Con su publicación en el blog ponemos punto final a la serie de actos con que hemos homenajeado la singular y entrañable figura del P. Maximino Arias.En primer lugar voy a presentarme. Mi nombre es Antonio Benito Fuertes Arias y soy sobrino del P. Maximino, para mí tío Maximino. Mi madre se llama María Arias Cuenllas y es la única hermana de tío Maximino que aún vive. Tiene 89 años y goza de una excelente salud. Seguramente a estas horas esté trajinando con las labores de la casa. Si hoy no está aquí es porque pensó que ella ya no está para estos trotes y , sobre todo, por las emociones. La verdad es que este acto representa un gran orgullo para ella y para el resto de la familia. Por ello, quiero en nombre de toda la familia a la que aquí represento, dar las gracias a todos los aquí presentes y sobre todo a los organizadores de este homenaje.
Ahora quiero hacer una breve reseña de tío Maximino desde la perspectiva de la familia. Abandonó el pueblo para venir a Samos allá por el año 1920 con tan sólo 10 años. Salió de un pueblo perdido en el norte de León para llegar a un lugar perdido en la Galicia profunda. Su vida transcurrió prácticamente en su totalidad entre estos dos lugares. Sin embargo, tío Maximino era un hombre de mundo: "conoció las ciudades y el modo de pensar de numerosas gentes". Conoció el mundo de ayer -recuerdo su amor por los poetas latinos, en especial por Horacio al que citaba con frecuencia- y también conoció y entendió el mundo de hoy. Era una persona con una extraordinaria capacidad para captar y entender los cambios del mundo actual.
Sus padres se llamaban Benito y Anastasia. Eran labradores, como todos sus antepasados desde hacía siglos. Aquellas gentes raramente abandonaban aquel entorno y cuando lo hacían era para ir a la mili, participar en alguna guerra... o bien para ir a estudiar a los frailes.
En esta imagen se muestra la familia casi al completo posando en un estudio de León. Es una foto tomada hacia 1925. En ella aparecen los padres rodeados de sus hijos (Catalina, Alberto, Benito, Filomena, María y Avelina). Faltan Joaquín que aún no había nacido, David, que estaba en un seminario de Soria, y Maximino, que estaba ya aquí, en Samos.
En esta foto se muestra la casa familiar en los años 50. Su aspecto y el de los niños que aquí posan no debió de ser muy diferente al que dejó atrás tío Maximino. Algunos de estos niños están hoy aquí.
La vida de un labrador en aquellos años era muy dura. Mi abuelo debió de pensar que aquel rapaz tan enclenque no daba para las duras faenas del campo, así que salió para Samos dejando atrás a la famlia, al pueblo y también medio dedo que se lo comió la máquina de hacer chorizos. Alguna travesura infantil.
Con el paso de los años, aquel rapaz se convirtió en un verdadero monje y Samos en su verdadero hogar, que abandonaba sólo en contadas ocasiones.
La familia lo visitaba con cierta frecuencia. An la imagen anterior, tomada en Samos, aparece rodeado de sus hermanos. Esta visita ocurrió hacia 1950, el año en que murió su madre.De vez en cuando viajaba hasta el pueblo, visitaba a todos los hermanos, se informaba sobre los últimos acontecimientos familiares, se empapaba del paisaje de su infancia y al cabo de una semana, a pesar de los ruegos, retornaba de nuevo al monasterio donde lo esperaban su vida benedictina y sus obras (ora et labora). La foto de arriba ilustra una de esas visitas al pueblo. En ella aparece rodeado de hermanos y sobrinos. A pesar de estas contadas visitas, tío Maximino siempre estaba presente. Era un gran escritor de cartas (de las de verdad). Mantenía correspondencia regular con muchos de nosotros y estaba perfectamente informado de nuestras vidas que seguía con gran atención. El vínculo familiar siempre se mantuvo sólido, hasta el final de su vida. Aún recuerdo que la última carta que he recibido en mi vida, de las de verdad, era de él. Cuando llegó, hacía ya cuatro días que había fallecido.
Muchos de nosotros lo visitábamos en Samos. Ya forman parte de nuestra memoria los recuerdos de aquellos viajes: la visita a la biblioteca y al cuarto donde guardaba los incunables, la piedra del claustro en la que se leía "que miras bobo" y que mi tío siempre nos mostraba con una sonrisa pícara, la ermita del ciprés y el imponente ciprés, la granja de Villadetrés, la tortuga que vivía como una reina en patio de las Nereidas y que viajó con él desde el pueblo metida en una caja de zapatos... y tantas otras cosas.
Quiero finalizar citando la frase de un filósofo que dijo algo así: "Yo no he venido a este mundo para ser feliz sino para realizar mis obras". Tío Maximino realizó sus obras y de este modo fue feliz. Esa felicidad la repartió entre los que le rodeaban y por ello le damos las gracias y para eso estamos hoy aquí. Gracias, tío Maximino, tu recuerdo siempre nos acompañará.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Antonio Benito, puedes estar orgulloso de tu tío, fué un hombre bueno, como tu dices, de los de verdad.

Un saludo a toda su familia desde Madrid.
Fidel.
sarandeses.tf@hotmail.com

Anónimo dijo...

hola
han pasado ya muchos años, mirando internet vi esta pagina ...me puse a llorar porque apareció mi abuelo mi abuelito como yo lo llamaba.
soy jose andres hijo de filomena y nieto de Benito arias cuenllas.
gracias por esto.
y recuerdo al tio Maximino pero vagamente.
un saludo desde la sierra de madrid