3.3.11

Setenta años de «ora et labora» en Samos

Los monjes más veteranos de Samos son dos octogenarios que ingresaron en el monasterio antes de la Guerra Civil, cuando aún eran unos niños.
«¡Qué poco saben ustedes de monjes! No les gusta nada que les hagan fotos cuando se están revistiendo». En la sacristía del monasterio de Samos un grupo de monjes se preparaban para la misa dominical y uno de ellos, con una sonrisa, hacía el comentario. Allí estaban Fructuoso Pisabarro, que en noviembre cumplirá 88 años, y Martín María Díaz, de 84. El primero entró en Samos cuando tenía 12 años y el segundo con 11, ambos llevan más de 70 años bajo el lema de San Benito ora et labora.
«Aquí hace mucho frío», comenta Fructuoso al acabar la celebración, mientras se frota las manos. Confiesa que no le gustan los periódicos: «Leo poco». Nació «en Altobar de la Encomienda, en La Bañeza. ¿Sabe dónde es?». Recuerda la época en la que en Samos había «más de 40 monjes». Evoca asimismo a los que iban al monasterio a preparar las oposiciones: «Vino Pío Cabanillas y otros de Pontevedra». Lo escucha Caius, de 21 años y procedente de Bucarest. «Allí no hay monasterios, son ortodoxos y solo hay un 3% de católicos. Me vine a Toledo, estuve allí dos años, y un amigo me habló de este monasterio». Está pensándose su vocación.
Al salir al pasillo, Fructuoso exulta con la arquitectura y sobre todo la escultura del padre Feijoo en el centro del claustro, «es de Asorey». Saluda a otro monje que guía a un grupo de visitantes ante los murales de Enrique Navarro.
Fructuoso pregunta si está bien cuidado el jardín, tarea de la que se encarga, y, ya ante su celda, muestra «el claustro pequeño, ese es para nosotros». Ahí tiene un problema: la palmera que llega al tejado, «habría que podarla, porque se le caen las hojas secas, pero no hay medios», comenta ante la llegada de Martín María Díaz. Es el segundo en antigüedad en Samos «y ahora el único gallego», dice, mientras entra en su celda, desde la que se ve el huerto medicinal. Decenas de imágenes de la Virgen, en sus distintas advocaciones, cuelgan de las paredes o del armario que hay detrás de la pequeña cama; sobre una mesa hay un ordenador, y en otra libros, objetos y algunos de los cuadros que, a partir de láminas de contenido religioso, le prepara su amigo Baldo González.
Este ferroviario de Monforte le presta pequeños servicios a su amigo Martín, «que es pura mística», dice, y el monje le ayuda espiritualmente. Además del libro Soledad con el amor, Martín muestra el quinto tomo de Diario de un monje. Desde hace años escribe cada día sus vivencias, que editan unas monjas de Zamora. Son textos en los que habla de su mística, comenta temas de actualidad y muestra su inquebrantable confianza en Dios. Martín, que es el encargado de ir a diario a buscar el correo, recuerda que sobrevivió al incendio el monasterio de Samos y califica de «melodía angélica» la serenata de Mozart que acompaña su página web.
La Voz de Galicia, 3/3/2011

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡recuerdos!! ya son recuerdos, pero hacen en mi evocar tiempos en los que todo parecía mas lento...
Recuerdos a los padres, Fructuoso y Martin... y tantos otros.

Un saludo desde Madrid.
Fidel.

Lito dijo...

Qué misterio encierran esas mentes, esas almas, esos cuerpos trasplantados casi al nacer desde un mundo hipócrita (ahora, los de "afuera", nosotros, decimos sí a la guerra porque hay una resolucion ¿de quién? Y ¿a quién se defiende o protege en esa guerra? Y antes decíamos "no a la guerra").
No sé si han elegido o les han elegido un camino equivocado. Pero a los 88 y 84 años, respectivamente, con más de 70 años para rectificar, seguir manteniendo el mismo criterio, la misma conviccion, la misma sencillez...es como para pensar y copiar.
Sólo me interesan las personas que son coherentes y consecuentes. Odio a los hipócritas y fariseos.
Bienvenidos sean estos "aires" de sencillez y naturalidad.