¿QUÉ NOS QUEDA DEL ESPÍRITU DE SAMOS?

Era un domingo, día 30 de abril de 1995, cuando “cerca de 90 exsamonenses celebran su primer encuentro”. Así lo reflejaba LA VOZ en su  edición del jueves anterior, dia 27 de abril de 1995, y que acompaño  a esta entrada

¡Cuánta ilusión, cuánto esfuerzo, cuántos deseos de seguir manteniendo el “espíritu de Samos”!  Pero hoy, día 1 de mayo de 2020, privados de libertad, asustados con una pandemia de las que en la Edad Media habría barrido a la mitad de la Humanidad, trato de buscar consuelo y alivio en la comunicación, en el diálogo, en la presencia, aunque sea virtual, del compañero…Y no encuentro más que soledad, desilusión, abandono…Me adentro en los milenarios muros del Monasterio y ya  no sé si la Comunidad existe, y si existe me temo que ya ha dejado de ser  Comunidad para los exsamonenses, porque  “fuerzas invisibles” han logrado destruir el cordón umbilical que a lo largo de los años nos unía a ella. Y tampoco me ofrece mucha esperanza que nosotros mismos, como exsamonenses, estemos haciendo lo necesario para la pervivencia de ese  “espíritu”, excepto aquellos que, dejando  a un lado las pequeñas diferencias que nos pueden separar, nos esforzamos día a día  para seguir manteniendo algo tan digno y loable como es la AMISTAD, la amistad por la amistad sin ningún otro elemento espurio que la diluya

Hoy, dia 1 de mayo de 2020, caminamos lentamente hacia un comportamiento inercial que nos marcan las circunstancias personales y de nuestro entorno. Tiempos difíciles nos esperan. Sin embargo  tengo la esperanza de que aún esté viva la llama del “espíritu de Samos”, al menos para todos aquellos que seguimos pensando que, por encima de edades, ideologías, posiciones sociales, comportamientos individuales…está la ILUSION DE NO PERDER EL ENCANTO POR EL  RECUERDO DEL PASADO  Y EXCITACIÓN POR LA VIVENCIA DEL PRESENTE
Tener ilusiones es vivir, porque la ilusión es el primero de todos los placeres y nos conduce a alcanzar objetivos increíbles. No perdáis esta virtud, por favor.

Un abrazo.

RICARDO MARTINEZ BARROS